Fundamentalmente, porque ejecutan un thrash metal clásico basado en los grandes discos publicados entre 1983 y 1992 aproximadamente. Hemos podido escuchar, a lo largo de más de 40 años del género, a imitadores de todo tipo, pero nadie se ha centrado tanto en la esencia del género como estos jóvenes.
Sus canciones suenan a Slayer, hasta el Seasons, a Metallica, hasta el ...And Justice for all, a Diamond Head y a Exodus. El cantante se adapta totalmente a la tesitura de cada corte, el batería recuerda a Dave Lombardo, el bajista se traga buena parte de los fragmentos instrumentales y el guitarrista hace una labor titánica creando riffs repletos de dureza y unos solos de guitarra que brillan con luz propia.
Desde la inicial «Animosity» sabes que no hay trampa ni cartón en el sonido. El viaje a lo largo de los ocho temas del disco concluye en «Locked away», un corte que no habría desentonado para nada en el mencionado disco de Slayer. ¿Sabes lo mejor? Aunque en cada canción encuentres algún guiño a bandas que has escuchado durante décadas, el denominador común está formado por las ganas del grupo de forjar un estilo propio que mezcla distintas tendencias dentro del thrash.
Como decía Gene Simmons, «talento sobra, lo que falta es que las discográficas pongan dinero». Están destinados a telonear a las grandes bandas y a presentarse en los festivales europeos más potentes. Serán muy grandes.
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