Se divide el disco en dos grandes temas de más de 20 minutos de duración. El primero comienza con claras reminiscencias de «Astronomy Domine» de Pink Floyd, pero se va desenvolviendo la canción hasta convertirse en un sincero homenaje al rock progresivo de siempre. El resultado está repleto de pasajes sonoros muy variados que convierten la escucha en un lisérgico viaje al interior de la mente de tan importante músico del presente siglo. Nos encanta que se lance al vacío sin red y que mire hacia atrás sin ira y con todo el respeto posible hacia los grandes del rock progresivo. Incluso hay momentos en los que el salto al metal progresivo le da pinceladas más potentes a un gran tema.
¿De dónde provienen las críticas más duras? De los que opinan que el segundo tema no está a la altura del primero. Las bases electrónicas están muy presentes y los más roqueros del lugar parecen estar en contra. Por suerte, el gran final vuelve al principio mientras subraya los parámetros sonoros del álbum. Nos da cierta pena que en los servicios en streaming haya tenido que dividir los temas en varias partes y que esta opción tenga miles de oyentes mientras las canciones completas son casi repudiadas por los amantes de la inmediatez.
Si bien entendemos que Wilson tiene el dinero y la reputación que exige un disco así, que se haya marcado una especie de Thick as a Brick hecho a la usanza de la música actual es digno de agradecer. En junio vendrá de gira por aquí. Ya veremos cómo lleva al escenario tan magna música.
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