miércoles, 17 de enero de 2007
Nadie
Cuando llegó a Lilleström nadie le conocía. Era un personaje raro, pero afable. Esa redondez de su cuerpo unida a su barba cana le daban el aspecto de un Santa Claus humano y borrachín. Escuchaba a todo el mundo y siempre respondía con refranes. Le podías contar tus problemas durante horas y siempre te decía frases como: Nunca llovió que no parara. Un buen día apareció ahorcado en la puerta de su casa. Lilleström empezó a conocerse por el pueblo en el que la gente se ahorca. Un buen día el propio cartel que rezaba Bienvenido a Lilleström se tiró al río y desapareció, no había otro. En ese mismo momento el pueblo dejó de existir, no llegaban cartas, ni televisión ni radio. ¿Qué haremos ahora?, pensaban sus habitantes, nadie nos conoce, no existimos. Emigremos, decía otro, al menos tendremos algún sitio donde morir y no residiremos más en este pueblo fantasma que nadie conoce. Todos se marcharon. Nadie montó un parque temático y es rico.
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