Pero lo de no ir de farol, apretar los dientes, reinventarse, estar en el momento adecuado y saber salir victorioso de algunas peleas ha sido siempre marca de la casa. No en vano, el Loco sigue no ya vendiendo Avecrem por hachís, pero sí manteniendo ese lado salvaje aprendido en el laberinto de calles de Barcelona y en las localidades costeras.
Es de los pocos que quedan vivos que tiene en el rock de los 50 y de los 60 su razón de ser. Sí, ha evolucionado bastante y en lo letrístico es de los mejores del país, pero seguro que en el fondo queda siempre esa actitud de apretar el culo, grabar lo que nos apetezca y a ver qué pasa.
El repaso a cómo llegó el rock al país y de cómo era, en realidad, ser aficionado a esta música nos parece excelente. Para algunos será casi una novela de aventuras. Para muchos otros, un reflejo de su vida. De cuando llevar tupé era un reto a la decencia. Lectura obligada.
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