Siempre pensé que Kerry King es uno de los guitarristas más infravalorados del metal. Si bien al comienzo de la carrera de Slayer se basó bastante en Mercyful Fate y Black Sabbath, a lo largo de estas décadas de metal despiadado ha creado un estilo propio que ha sabido forjar como nadie. En este disco demuestra que es un mercader de riff potentes y también el alma de Slayer.
Y lo decimos porque no hay diferencia prácticamente entre los últimos discos de la mencionada banda y este puñado de 13 canciones con los que regresa al panorama metálico. Lo bueno es que en lugar de ceñirse a una única dirección sonora, amplía sus parámetros para ofrecer medios tiempos, temas a toda velocidad (como el que le da título al álbum) y otros en los que forja un sonido sin ningún tipo de influencias salvo la suya propia.
Sí es cierto que hay algunos giros que suenan algo a Pantera, pero el equilibrio entre el sonido de los 80 y el del presente siglo es magistral. No destaco ningún tema en concreto al tratarse de un disco bastante sólido al que resulta poco adecuado quitarle uno de sus temas para beneficiar a otro. La labor de los músicos se ve mejorada por la colaboración de Mark Osegueda a la voz que no duda en adoptar algunos tics de Tom Araya, pero que aporta bastante energía a cada corte. Sin duda, será uno de los discos del año y esto siempre es digno de celebrar.
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