Opeth regresaban hace algunas semanas con un nuevo disco bajo el brazo. El intento por seguir por la senda del rock progresivo quizá no le haya funcionado tan bien como en ocasiones anteriores.
Tras la intro, tan manida como clásica, llega "Dignity" que consigue entrar a la primera y que es, posiblemente, el eje narrativo del disco. Lo malo es que las siguientes parecen ser una continuación o incluso una prueba distinta de ideas que se convierten en un tema único que le da forma sonora al disco en su totalidad. El corte antedicho no deja de ser una especie de "Thick as Brick", a pesar de que el líder de la banda piensa que Ian Anderson es un idiota, pasado por el tamiz del siglo XXI.
"Heart in hand" es uno de los cortes más potentes con una parte central gloriosa que te lleva y te trae, pero siempre respetando los cánones del antedicho género y de cómo se interpretaba en los 70. "Next of Kin" parece casi una continuación de la anterior, como una idea primigenia de aquella aunque algo más retorcida.
"Lovelorn Crime" es ese descanso del guerrero en el que las aguas vuelven a su cauce antes de la descarga final que no termina de llegar. De hecho, "Universal Truth" parece "Dignity" y evoluciona sus estribillos. "The Garroter" aburre y solo se anima la cosa un poco con "Continuum" donde sale a relucir el bagaje musical de la banda. El gran final con "All things will pass" es un perfecto resumen sonoro del resto del disco.
La sensación que nos queda en la boca es algo amarga ya que aunque tiene destellos de obra maestra, se queda un poco corto para ser denominado así. Ahora bien, esto no quita para que estemos ante un gran disco que pocos pueden firmar. Muy recomendable.
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